Si la memoria tomase forma y la pudiéramos tocar, acariciaríamos cada milímetro de este conjunto de piezas que nos llevan por un atajo directo al paraíso perdido de la infancia. Un diseño maestro que con una mano organiza sutilmente el espacio -muy despacio, puntada tras puntada- y con la otra nos recarga la batería emocional.
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